miércoles, 25 de diciembre de 2013

Los Montadores


Todos los sucesos que dan forma a la ciudad, son sucesos políticos, están hechos de voluntades. En Ciudad Collage*, Colin Rowe ahonda en el objeto ciudad desde distintos lugares, la ciudad entendida como un todo coherente y que admite un orden, la ciudad como miles de sucesos que en su multiplicidad  y simultaneidad no son posibles de organizar de forma imparcial, la ciudad tecnológica, la ciudad cultural, la ciudad histórica y, en fin, la ciudad en la historia.

Así que propongo situarnos en Buenos Aires para una lectura posible (y parcial) del popular y porteño cementerio de la Recoleta, lugar de largos y tediosos tours turísticos, con aluviones de visitas y fotografías.

Esta posible lectura consiste en mirar el cementerio conformado de piezas. Piezas de sucesos históricos yuxtapuestos y congelados en este lugar, y la mirada se sitúa en primer lugar desde arriba sobre el "andamiaje" de las cosas, que se conforma en el plan de calles y parcelas. Junto con otra mirada desde dentro, observando la multiplicidad de los acontecimientos históricos.



El primer acercamiento es total, la "ciudad de los muertos" del norte se muestra en lo que Rowe llama, a la manera moderna, "un emparrillado neutral" ocupando, más o menos, dos manzanas de la ciudad, la información es comprensible, se agota y podemos no ponernos puntillosos y continuar.




En su obra Rowe reconoces tres "rutas de la evasión" para desentenderse de los hechos, que usan los urbanistas y entendidos, las cuales son: "Vox populi vox dei", "todo lo que es, está bien", "Dadles lo que quieren" (este último una declaración de quien puede, y ¿consecuencia lógica del primero?).

Y en este lado del río, a la voz de Enrique Santos Discépolo, con fines de aclarar lo porteño del caso, en rutas de evasión, nos dice: ¡Dale no más! ¡Dale que va! ¡Que allá en el horno nos vamo´ a encontrar! ¡No pienses más sentáte a un lao´, que a nadie importa si naciste honrao´!. Vox dei.

Sin  más, no desesperéis, vamos a la segunda mirada, a encontrarnos con lo que Rowe llama "la ciudad de colisión" que " ha delatado una condición icónica... empiezan a aflorar a la superficie cuestiones de propósito o función simbólica.."




Una ciudad vista desde abajo es una ciudad vivida, y bajo los matices de la colisión, reconocemos "un conglomerado de hábitos e intereses en el cual en modo alguno se puede abrir una brecha". Una ciudad de sucesos históricos congelados, dispuestos de forma contradictoria y violenta, en un "debate permanente entre opuestos". Es este debate el ahora en que se interpreta el hecho.

 Pero existe un algo, no revelado hasta ahora por mí, que permite comprender el cómo generador en el ejercicio del proyecto, y este cómo es el collage, concepto que en palabras de Rowe nos permite "contraponer las virtudes del orden con los valores del caos". Así como la reunión en una sustancia simple de elementos heterogéneos, "el collage... permite la reunión de los sobrantes del mundo". El collage es la reunión de elementos heterogéneos o disimiles en una realidad.


Esta noción que nos deja Rowe, de una realidad montada, compleja y fragmentaria, parece estar en relación con las piezas ensambladas del cementerio del norte y en contraposición con la mirada total. El hecho fragmentario del cementerio con su riqueza histórica y su colisión de espacios nos permite situarnos, reconocernos, sorprendernos entre lo no igual y abrumador de sus iconos.


Rowe reconoce el aspecto didáctico de la ciudad y nos dice " no se trata de si debe ser tal cosa, sino más bien que no puede ser otra cosa... el problema (es) de la naturaleza de la información instructiva disponible... (sus)  criterios... (su) contenido ético"


¡Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches, 
se ha mezcla´o la vida.!













*Colin Rowe, Fred Koetter. Ciudad collage. Gustavo Gilli. Bacelona. 1981

** Cambalache, Enrique Santos Discépolo. 

viernes, 20 de diciembre de 2013

...Por aquel entonces las niñas me buscaban,y algunas, ahora que me doy cuenta, ya tenían segundas intenciones; o sea que en conjunto todo empezó bien, pero enseguida llegó la pubertad, que coincidió con el momento de la moda de los minishorts, y me costaba conciliar eso con la lectura de Graziella; empecé a rechazar lo que me tendía los brazos -aunque me moría de ganas- para buscar en la vida cosas que no estaban allí, en resumen, que todo se volvió sumamente jodido, y sigo pensando que, en parte, la culpa es de Lamartine...


Intervenciones, Michel Houellebecq.



sábado, 30 de noviembre de 2013

Cosas totales

entregar 

  1. tr. Poner alguna cosa o persona en poder de alguien, dar:
    entregó la llave al portero. También prnl.:
    entregarse a la policía.
  2. prnl. Dedicarse enteramente a una cosa:
    se entregaron al estudio durante el verano.
  3. Declararse o reconocerse vencido o sin fuerzas para continuar en un empeño o una lucha:
    los sitiados se entregaron después de dos semanas.
  4. Dejarse vencer por vicios o pasiones:
    se entregó a la lujuria.
    ♦ Se conj. como llegar.       (*)






ahora otra de la movida cultural FADU.

elección de decano 

(*) Desde el http://www.wordreference.com

lunes, 4 de noviembre de 2013

miércoles, 30 de octubre de 2013


(...) gentes que se agitan, como bichos cuando se levanta una piedra, bajo el gran pedrusco abstracto del cielo azul sin sentido.

El Libro del Desasosiego, Fernando Pessoa.

martes, 22 de octubre de 2013

Procusto, dicen, era un bandido griego que muy amablemente invitaba a los viajeros a su casa (a lo couchsurfing) y procuraba por todos los medios hacer sentir a su invitado cómodo. De esta manera si la cama era demasiado grande para el viajero, y sus piernas quedaban fuera, Procusto las cortaba para que fuese el diseño a medida.

Procustiano: Tendiente a producir comodidad mediante medidas arbitrarias o violentas.




El debes-leer Ch. Moore me cuenta, refiriéndose a las camas procrusteanas de FLW:

" Esta arquitectura debe ser llamada acertadamente arquitectura de la exclusión. Los intentos perfectamente naturales en las últimas décadas, de hallar el orden excluyendo el desorden y organizando cualquier fragmento sobrante dentro de un sistema, es el orden que la caracteriza: por ejemplo, a la casa Hanna de Frank Lloyd Wright, donde todo lo que no se acomoda a la geometría orgánica del hexágono es desechado y de algún modo hasta las sábanas están dobladas con esta forma. Si podemos suponer que la finalidad del orden orgánico es la de hacer algo con una vida que de algún modo crece, se reproduce y se extiende a otros aspectos de la vida, entonces tendremos que admitir tristemente que la casa Hanna no ha engendrado prole."

Las Dimensiones en Arquitectura, Inclusivo y Exclusivo, Charles Moore, G,Gilli, 1976.

domingo, 20 de octubre de 2013

la foto recurrente, una, dos, tres, cuatrocientas fotos de esquinas. 
 esquinas francesas, fabriles, coloridas, conflictivas.
dos esquinas, cuatro esquinas, cinco esquinas, las de las diagonales y los encuentros.






lunes, 30 de septiembre de 2013

En este mundo con forma de caja, con su arquitectura del contenedor les dejo esto que lo describe del otro lado:

En cuanto me despierto, me siento transportado
a otro universo perfectamente cuadriculado.
Conozco bien la vida y sus modalidades,
es como un cuestionario para marcar casillas.

Unos versos de Michel Houellebecq, en su novela plataforma.


Si aceptamos esa idea, y esto es sobre lo que declaramos cuando no declaramos, los de dentro se 
convierten en productos sin identidad acotados y atractivos, funcionales , y la arquitectura en el arte de empacar. Cultura de masas?

viernes, 20 de septiembre de 2013

Cantad Sacher Tortes


-No sabía que lo tuyo fuera la pluma y el papel -comenté mientras Wunch,
succionando, vaciaba las conchas de sucesivos caracoles.

-Y volviendo a nuestro espectáculo... -prosiguió-. Fun de Siècle..., y notez
bien el travieso juego de palabras: digo fun, «diversión», no fin. Es una
alusión a Viena, donde transcurre la acción.

-¿La Viena contemporánea? -pregunté.

-No, bobo. Una época más antediluviana, con las titis en carruajes y vestidos
al estilo My Fair Lady o Gigi, además de un sinfín de bohemios y bichos raros
que cantan melodías de ayer y hoy por toda la Ringstrasse. Solo Klimt, solo
Schiele, solo Stefan Zweig, y un paleto con bastante buena presencia que
atiende al nombre de Oskar Kokoschka.

-Todos ilustres personajes -intervine cuando los carrillos de Wunch se tiñeron
de color carmesí enhomenaje a la región francesa de Burdeos.

-¿Y por qué hembra pierden el culo todos esos nombres de marca? -
prosiguió-. ¿Cuál es el gancho romántico? Una bomba sexual de la ciudad
llamada Alma Mahler. Habrás oído hablar de ella. Se los cepilló a todos: a
Mahler, a Gropius, a Werfel... Tú di un nombre y seguro que también se lo
pasó por la piedra.

-Pues no sé...

-Pues yo sí lo sé. Es decir, claro que me tomo sutiles licencias con la
narración. Si no, chaval, traeríamos al mundo un peñazo. También estoy
modernizando el lenguaje. Como cuando Bruno Walter se encuentra con
Wilhelm Furtwängler y dice: «Eh, Furtwängler, ¿irás a la barbacoa de Rilke el
sábado por la noche?». Y Furtwängler contesta: «¿La barbacoa?», como si
fuera evidente que no lo han invitado, y Walter va y dice: «Uy, perdona. Me
da que debería haber mantenido cerrado este buzón que tengo por boca».
¿Me explico? El diálogo ha de tener un ritmo urbano actual.
Mientras Wunch acometía su foie a la sartén, empecé a sentir un progresivo
entumecimiento en varias de mis vértebras clave y me aflojé la corbata en un
esfuerzo por respirar.

-Así pues -continuó-, primero viene la obertura, que yo veo como algo ligero
y pegadizo, pero en la escala dodecafónica, a modo de guiño a Schönberg.

-Pero, en buena lógica, habiendo tantos y tan hermosos valses de Strauss... -
atajé.

-No seas bucéfalo -dijo Wunch con un gesto de desdén-. Eso lo reservamos
para la apoteosis final, cuando el público se muera por un respiro después de
dos horas de atonalidad.

-Ya, pero...

-Entonces se levanta el telón y se ven los decorados, todo estilo Bauhaus.

-¿Bauhaus?

-En el sentido de que la forma sigue a la función. De hecho, en la primera
canción, Walter Gropius, Mies van der Rohe y Adolf Loos cantan «La forma
sigue a la función», igual que Guys and Dolls empieza con Fugue for
Tinhorns. Acaba la pieza, ¿y quién entra si no la propia Alma Mahler? Y con
un vestido que la mismísima Jennifer Lopez descartaría por exiguo.
Acompaña a Alma su marido compositor, Gustav. «Vamos, agonías», dice
ella, «andando.» Y el frágil tonadillero contesta: «Solo un strudel más.
Necesito mantener alto el nivel de azúcar en la sangre para no sumirme en
mi cotidiana obsesión por la mortalidad».
Entretanto -se explayó Wunch-, resulta que Gropius le ha echado el ojo a
Alma, cosa que a ella la pone, y canta «Cómo me gustaría tener a Gropius en
la grupa». Acabada la primera escena, se apagan las luces y, cuando se
encienden al principio de la segunda, ella vive con Gropius y lo engaña con
Kokoschka.
muro de cristal, caja de embalar

-¿Y qué fue de Gustav, el marido? -inquirí.

-¿Y tú qué crees? Regodeándose en su cuelgue por Alma, contempla el
Danubio desde un puente, listo para saltar, cuando pasa por allí en bicicleta
el mismísimo Alban Berg.

-¡No!

-«Eh, colega, no estarás pensando en tomar la vía del cobarde, ¿verdad?»,
pregunta. Mahler desahoga sus penas conyugales con él, y Berg le dice que
tiene la solución idónea. Le habla de un tío con barba, uno que vive en el
número diecinueve de Bergasse y que por unos pocos pfennig la hora..., que
por alguna razón el gurú ha reducido a cincuenta minutos, no me preguntes
por qué..., le puede reajustar la mollera.

-¿El diecinueve de Bergasse? Un momento. Mahler nunca fue paciente de
Freud -protesté.

-Da igual. Lo presento como un tartamudo compulsivo, cosa que despierta la
curiosidad de Freud. Un trauma infantil. Una vez Mahler vio ahogarse en nata
montada al burgomaestre de la ciudad. Ahora lo revive. En el centro del
escenario baja un diván y Freud canta una extraordinaria pieza cómica,

«Usted diga la primera gilipollez que le venga a la cabeza». Como es lógico,
tratándose de Freud, todo son dobles sentidos y hacemos una pequeña sátira
de las convenciones vienesas, mostrando que incluso a un gran compositor
de sinfonías como Mahler, inconscientemente, lo único que le pone son los
corsés, la cerveza y el ragtime, pese a que se gana las habichuelas
explotando lo sublime. Freud desbloquea a Mahler para que pueda componer
otra vez y, gracias a ello, Mahler vence su arraigado miedo a la muerte.

-¿Y cómo vence Mahler su miedo a la muerte? -pregunté.

-Muriendo. He llegado a esa conclusión: no hay otra manera.

-Fabian, veo en eso ciertas lagunas. No explicas nada del bloqueo creativo de
Mahler. Solo has dicho que estaba abatido por la pérdida de Alma.
-Exacto -confirmó Wunch-. Por eso mismo le pone una demanda a Freud por
negligencia profesional.

-Pero si está muerto, ¿cómo puede poner una demanda?

-Yo no he dicho que la historia no necesite pulirse, pero para eso están mis
ayudantes Boston y Filadelfia. Bien, como te decía, Alma está liada con
Kokoschka y se la pega a Gropius, con el que vivía. ¿Captas la ironía? Ella
canta «Coqueteo con Kokoschka», pero los acordes menores de la música
insinúan otra cosa. Además escribí una escena brutal en la que Gropius, en
un café, acusa a Kokoschka de pintarrajear su edificio de oficinas recién
construido. «Eh, Kokoschka», dice, «tú has embadurnado de un icor opaco
mi último hito arquitectónico, las nuevas Torres Basura.» A lo que Kokoschka
contesta: «Si a esas cajas de embalar las llamas arquitectura, pues sí, he
sido yo». Encolerizado, Gropius le arroja su ración de Tafelspitz a Kokoschka,
cegándolo por un instante, y exige una satisfacción.

-Un momento -dije-. Esos dos gigantes nunca se batieron en duelo.

-Tampoco se batirán en nuestra pequeña vaca lechera, porque justo en el
último momento llega Werfel disfrazado de deshollinador, y Alma se marcha
con él, dejando a los dos mozos con el corazón partido. Entonces ellos cantan
lo que puede llegar a ser la pieza sarcástica más sofisticada en la historia de
Broadway: «Mi preciosa Schnitzel, eres la Wurst». Fin del primer acto.


Cantad Sacher Tortes, Pura Anarquía, Woody Allen. Ediciones Tusquets.

sábado, 14 de septiembre de 2013



"En sí, ¿Qué es un objeto?


Tal vez un objeto es un lazo entre sujetos que les permite vivir en sociedad, estar juntos. Pero como las relaciones sociales son tan ambiguas y los pensamientos dividen tanto como unen y las palabras unen por lo que expresan y separan por lo que omiten, hay un gran abismo que separa mi certeza-subjetiva de la realidad objetiva de otros. Sé que soy culpable aunque me sienta inocente. Cada suceso transforma mi vida cotidiana. Pero fallo en comunicar, en entender. En amar o ser amado. Porque cada fracaso me confina a la soledad. Porque no puedo apartarme de la objetividad que me aplasta. Ni de la subjetividad que me exilia. Puesto que no puedo ni elevarme al ser ni hundirme en la negación. Debo escuchar, debo observar mi alrededor más que nunca. A la gente, a mis semejantes, a mis hermanos. El mundo, ahora que las revoluciones son imposibles, donde guerras mortales amenazan y los derechos del capitalismo están en duda. Donde los obreros retroceden. Donde la luz del progreso científico hace del futuro una presencia obsesiva. El futuro está más presente que el presente, y las lejanas galaxias están a la puerta. Mis semejantes, mis hermanos. ¿Dónde está el principio? ¿El principio de qué? Dios creó el cielo y la tierra. ¡Qué fácil! ¿Qué más puedo decir? Decir que los límites del lenguaje son los del mundo. Que los límites de mi lenguaje son los de mi mundo. Que hablando limito al mundo, lo termino. Y cuando la muerte misteriosa rompe esos límites y no haya preguntas ni respuestas, todo será confusión. Pero si la realidad aparece no será a través de la aparición de la conciencia. Después todo se ajusta."




2 o 3 cosas que yo sé de ella. Jean-Luc Godard 1966





jueves, 29 de agosto de 2013

30/11/1934






Exigua lámpara tranquila,
Quien te alumbra y me da luz,
Entre quien eres y quien soy, oscila.

Poemas Inéditos, F. Pessoa 

jueves, 22 de agosto de 2013

El punto de vista de May Kasahara

"¿Sabes lo que me parece a mí? Pues que la mayor parte de la gente vive creyendo que la vida y el mundo son, aunque con excepciones, básicamente coherentes. (Deberían serlo, claro). He llegado muchas veces a esta conclusión hablando con los que me rodean. Cuando ocurre algo, ya sea en el terreno social o en el personal, siempre hay uno que dice, “O sea, que ha pasado esto porque aquello era así y asá”, y, en la mayoría de los casos, todos exclaman: “¡Ah, claro!”, y se quedan tan campantes, pero yo no acabo de entenderlo. Decir cosas del tipo: “Aquello es así”, “Por eso ha pasado lo que ha pasado”, es como meter en el microondas un chawan-mushi instantáneo, pulsar el botón y, cuando suena el ‘tin’, abrir la puerta y: ¡ya está listo el chawan-mushi! Y ¿dónde está la explicación? O sea, no sabes nada de nada de lo que ocurre, con la puerta bien cerrada, desde el instante en que pulsas el botón y hasta que la campanita hace ‘tin’. Quizás en la oscuridad, el chawan-mushi se convierta, primero, en macarrones gratinados y, sólo luego, vuelva a ser, otra vez, chawan-mushi, sin que sospechemos siquiera lo ocurrido, ¿no? Puesto que hemos metido chawan-mushi en el microondas, creemos que, como consecuencia lógica, ha de salir chawan-mushi. Pero eso no es más que una suposición. Yo, la verdad, me quedaría más tranquila si alguna vez, al abrir la puerta, salieran macarrones gratinados tras haber puesto chawan-mushi en el microondas y pulsar el botón.

Me sorprendería, no hace falta decirlo, pero, al mismo tiempo, me quedaría más tranquila. Creo que, al menos, no me sentiría tan confusa. Porque, en cierto sentido, eso me parecería más “realista”

martes, 13 de agosto de 2013

Cerrito y Corrientes.

Me acerco en busca de la nueva parada del 59, sí, nueva, es que ahora Buenos Aires tiene un metrobús, que no sé bien que se trae, siento que algo está mal con eso, puedo asegurar dos o tres cosas del metrobús, pero ninguna va a ser una certeza. No puedo decir: “está mal porque...” con tal seguridad, mal de estudiantes de arquitectura, uno nunca sabe que está bien, es una posición estética para con el mundo, la duda metódica.

En fin, dejemos de lado el metrobús y sus luces, y sus envases para árboles de capacidad contenedora infinitamente pequeña, los cuales, dentro de un par de años cuando el árbol crezca (sí señores, los árboles crecen, y son una fuerza imparable, una fatalidad creciendo en diámetro y altura) de seguro rompen esas cárceles de hormigón con huequitos bien diseñados y bienvenido sea un caos a la avenida.
Me encuentro pues en la que le sigue a Corrientes, con Aristoteles en la mano y esa duda, ¿Dónde agarro el autobús?  Ya llevo un par de cuadras y nada de su aparición, ¡que vaina con el metrobús! Bueno caminar es preciso, vivir no es preciso, me digo.
Aquí  hace su entrada triunfal un personaje que me cambio el panorama, digamos que se llama Paco, se me acerca el ser en cuestión y dice, Ey amigo ¿tienes una monedita? ¿O un billete?, saludo, reviso mis millones de bolsillos entre todos los abrigos, y no, no tengo ni una moneda (uno se deshumaniza con la sube), le digo a paco, Oye, mis disculpas querido compañero, no tengo ni una moneda para darte. A todas estas sigo caminando, le hablo simpáticamente, es que como creo que el mundo es de todos y todos somos iguales, no tomo conciencia de que, no, parece que ese realismo socialista donde estoy inmerso existe en mi cabeza y nada más. La humanidad es un animal complicado, que te muestra los dientes de vez en vez para decirte que ella también es puro instinto. Que quiere sangre y mierda, guerra, problemas, que te muestra que vives en un paraíso artificial en una jungla de cemento.
Mientras caminamos siento que paco, con su sueter azul, se me acerca más, y ya la cosa se me puso complicada en la cabeza, desacelero mientras escucho su historia trágica en esta urbe mágica, la de paco pues, los brasileros pasan y yo me pierdo entre el portugués y la historia y la señal  del cuerpo que te avisa, Ey tú, este paco quiere enserio su monedita… O un billetito…
Paco y yo estamos en la esquina del Edificio del Plata, esa esquina resulta ser oscura y turbia, las cosas en el centro son así, haya metrobús o no. Paco, en una medida desesperada, me rodea con su brazo izquierdo y pone su mano en algún lugar cercano a mi hígado, Ay coño, pienso, y aquí viene el remate del monólogo de paco, Oye amigo, guacho tengo una re pistola en …. Y voy a … Sí, paco dudó, él nunca ha tenido una pistola, y no va a…  es un tipo sano, por unos días, ni siquiera ha perdido su color de piel, pero eso sí, paco está desesperado, y quiere sus moneditas.
Yo me siento a todas estas como un personaje irreal, un tipo que están narrando, yo lo miro y no comprendo, Pero si tú y yo somos iguales, me digo, mientras paco introduce sus manos en mis bolsillos, y entonces algo en mí explota, creo que fue un ¡Plac!, un ruido seco, más bien de switch, miro a paco y lo detesto, el realismo socialista se fue lejos, lo odio, y tengo su brazo y su mano en mi cuerpo, ¿Qué coño te pasa!, le quito la manos y lo miro, ¡Qué coño te pasa!, lo golpeo, y golpeo y golpeo, sin parar, le expulso todo ese veneno que se va acumulando, ¿Qué coño me pasa?, no importa, esto se siente bien, sigue golpeando y déjalo sin memoria.

 Paco malherido, y preguntándose para que quería las moneditas me ve, y ve el edificio del Plata. El metrobus es fiel testigo.
Yo debo decir que disfruté la sensación, hice eso que denominan filosofía práctica, vivir esa cuestión teórica del poder, sentirte como el dueño de un pobre diablo, tener un ser inferior allí en el suelo, el sr F. estaría orgulloso.
 Pero después, cuando logré encontrar el  59 comencé a reflexionar. Y sentí miedo, ¿qué era esto? Definitivamente se sentía como la gloria, yo no era así, tengo miedo, qué es esto, soy un animal, no puede ser... De camino abrí dos ventanas, en una pensaba que había hecho y en otra reconstruía las posibles palizas a paco. Húmeda, sangrienta, hedionda, y pegajosa vida urbana.

Mis respetos a paco que me despertó la humanidad.


 ¿Por qué no podríamos aceptar la idea de que hay personas totalmente amorales que caminan por la calle y son absolutamente capaces de cometer homicidios o infligir mutilaciones sin experimentar sentimiento de culpa o escrúpulo de conciencia algunos? M. Foucault

http://www.lanacion.com.ar/1509936-michel-foucault-la-maxima-aspiracion-del-poder-es-la-inmortalidad


viernes, 2 de agosto de 2013


- Pesimista, pesimista... - repitió para sí varias veces-. Señor pájaro-que-da-cuerda -dijo luego, alzando los ojos y clavándome la mirada-. Sólo tengo dieciséis años y no sé muy bien de qué va el mundo, pero una cosa sí puedo afirmar con rotundidad:  si yo soy pesimista, los adultos de este mundo que no son pesimistas son un hatajo de idiotas.

H.Murakami. Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.







martes, 23 de julio de 2013