De casualidad nos encontramos con Belén Coluccio en una feria muy coqueta en costa salguero y compartimos algunas rápidas palabras sobre el taller. Interesante fue la charla para poner en palabras cosas que venía cogitando. Lo que les cuento es, un poco ese intercambio, desde mi lugar. Lo voy a contar como lo que aprendí del taller No importa cómo escribir.
En la convocatoria se presentaba como un “Taller de escritura y clínica de textos. Consignas inspiracionales, métodos, hechizos” de 8 encuentros, libre y gratuito. Que tenía lugar en Local de Artes Recientes (LAR). En la esquina de Maturín y Nicasio Oroño.
En la imágen del flyer una caída de agua bañaba un río oscuro, casi quieto.
Mis experiencias de taller anteriores habían sido espacios de aprendizaje, producción y encuentro. Mi acercamiento iba más en relación a las ganas de escribir. En diálogo con las cosas que me inquietaban la experiencia del taller me hizo repensar varias cosas y si tienen un título podría ser: el don, el cálculo y la pérdida de la inocencia.
francisco y el lobo
Cuentan que San Francisco de Asís a todas las criaturas las llamaba hermanas, que renunció a toda riqueza, que vestía harapos, le predicaba a las flores y convirtió a un lobo peligroso en algo como vecino apacible acercándolo al pueblo. Nada de este mundo le resultaba indiferente, por esto lo reconocen como un precursor de la defensa de los animales y el medio ambiente.
Pobre y austero, no como signo exterior sino como “una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio”* tiene un poema muy lindo que me gustaría compartir, en él intuimos algo de su posición frente a las cosas del mundo:
«Alabado seas, mi Señor,
con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas, y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire, y la nube y el cielo sereno,
y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy humilde, y preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche, y es bello, y alegre y vigoroso, y fuerte»
Se nos presenta como una suerte de poeta de provincia, que hablaba de su realidad, del sitio del que era parte y las cosas que lo rodeaban, viendo ahí la maravilla del mundo.
cuál es la gracia?
En mi versión vulgar, laica y amanerada de teología, el don y la gracia, se relacionan con las cosas del intercambio. No son precisamente lo gratuito, sino algo de alguna forma sin precio, impagable. No por carísimo, o deuda moral, sino porque no tiene voluntad de retribución, ni de ser recíproco.
La gracia es el acto unilateral y no obligatorio de Dios para con las personas: el regalo de la vida y la posibilidad de cuidarla. Entre nosotres sería como dar por la alegría de dar y de recibir por la alegría de recibir, por el gusto que da esa unión o ese encuentro.
Así para cierta tradición cristiana Dios en la creación, produce mil cosas bellas, grandes y pequeñas, que proliferan y entre ellas están las personas con un atributo especial: la libertad. Pensemos la dimensión del regalo, en términos racionales: alguien todopoderoso nos da la posibilidad de existir, de mantenernos existiendo, de cuidar otras existencias y de desconocer a quien nos dio el regalo. Guau.
Creo es San Agustín quien relaciona la gracia con la libertad, la define como la posibilidad de hacer, un don de Dios. Una potencia, no de hacer sin más, si no de hacer más fácilmente. Además ese hacer más fácilmente no se completa con nuestra sola voluntad sino con su auxilio y con el auxilio de lxs otrxs. Con lxs otrxs nos realizamos.
Varias culturas tienen acciones o conceptos de este tipo: el potlach o lo que llaman el gasto improductivo.
Si nos tentamos de pensar en sistema los intercambios, en la gracia, el principio común que los ordena parece ser no tanto el del equilibrio (las bananas valen su peso en pesos) sino el de la armonía. Dar cosas distintas en grados diversos, un intercambio sin patrón abstracto que acomoda a las partes.
Me interesa cómo práctica. La gracia ordena de alguna forma las interacciones en el mundo (pienso en la confianza, la sonrisa, el gesto amoroso, las acciones gratuitas, la ayuda mutua…) y da como resultado modos de estar en él (la sorpresa, que nos guste un lugar, la empatía…)
Con la exaltación del individualismo y la meritocracia la gracia parece estar en desuso. Por lo menos en la lógica relacional general, al momento no es que abunden y públicamente se celebren las relaciones de ese tipo, más bien se nos presenta cómo una pérdida, un ceder y empobrecerse.
gracia ≠ cálculo
Antes de acercarme al taller esto lo pensaba, de manera tramposa, en oposición al cálculo. Era su reverso malo, no podían funcionar en simultáneo. Lo veía así porque consideraba que el cálculo le quita algo de espontaneidad a los actos del dar y del recibir, al ordenar las acciones en torno a la ganancia y la pérdida, al uso eficiente del recurso. Acercando la experiencia más a la cabeza (a distancia de las cosas) que a las tripas (en las cosas).
Para mi hay algo del gesto, la acción, el impulso o la expresión (todas ellas y entre ellas las que consideramos artísticas) que tienden hacia la vida. Y la vida es esa cosa graciosa. No entendemos bien por qué, no sabemos bien cómo, nos puede causar embeleso y angustia, pero está ahí y participamos de ella.
Ahí aparece la poesía intentando dar cuenta o capturar, mirando, escribiendo, cantando, dibujando, bailando, dando forma a eso misterioso que se nos presenta.
Y el lugar de la vida no es otro que la comunidad. Estamos siempre vinculados y ahí sentimos que nos realizamos o trascendemos. Es esa sensación que da que a alguien le haga sentido eso que dije.
La lógica del cálculo tiende a valorar la acción según fines utilitarios y no permite o restringe la sorpresa, anticipa eventos y es prima de las lógicas de competencia. En ese meollo del encuentro con otrxs, el plan racional trastoca la experiencia vital de las cosas. Afeándolas un poco.
la pérdida de la inocencia
Eso más o menos, eran mis intuiciones sobre la poesía. Y viene a cuento porque es desde ahí que me acerqué al taller. Pensando en esa cosa graciosa (ya desde el título). Y en un taller, en un lugar como LAR, coordinado por Francisco que escribe y canta esas cosas tan lindas, era un planazo y medio un honor. Con un dato importante: no era arancelado ¿Qué hace que alguien organice, coordine, brinde el espacio y ponga el cuerpo y sus ganas para una experiencia así y sin ver un mango? Las respuestas seguro no son ajenas, ni al cálculo ni a la gracia más no dejo de verlo como algo gracioso.
El aprendizaje está cuando digo pérdida de la inocencia. El encuentro implica salir de sí y algunos golpes de horno para modelar o romper eso que traía. En la experiencia de taller, encontré compañerxs, muy talentoses, que venían de disciplinas y experiencias distintas con sus motivaciones, sus mambos.
Tan legítimos como los míos, aparecían otros deseos: de pulir un proyecto en curso, una serie de textos, publicar… Cosas que en ese momento no pude comprender y me ayudaron a clarificar los míos. En mi orden de cosas primero iba el impulso, compartir el impulso, lo demás no importaba nada. Como una polaca o italiana que escuchando una radionovela “no entiende nada, pero qué lindo amores”.
Tempranamente, el taller viró hacia una dinámica de compartir textos producidos en otro lugar mediante la lectura, a diferencia de otrxs no tenía algo como un cuerpo de textos, o un proyecto con algo parecido a la escritura fuera de los géneros de la disciplina. Nunca pensé articulados algunos brillos que estuve juntando.
Me ponía incómodo el viraje hacia la clínica, lo veía re válido, pero tan ajeno a mi experiencia que no me sentía pleno. Tenía una sensación incierta y sin posibilidad de transmitirla ¿cómo se puede orientar este impulso, volverlo un proyecto y que no se muera? No tenía incorporada la idea de eso que llaman clínica, me había imaginado un lugar de producción.
El taller también abrió preguntas sobre mi propia práctica, el insight: es que se puede escribir pensando y no únicamente bajo el influjo de esas cosas que nos atraviesan.
Hice el ejercicio de quedarme, persistir, para aprender de ahí. Y aprendí. Es bueno acercarse a otros modos de escribir y entender la escritura, eso fue un valor del taller. No había receta y ahí donde proliferaban las cosas no hay buenos ni malos textos, sino cosas que nos atraen, grupos que armamos.
Lo lindo es que haya lugar para todas las prácticas.
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* En el pasaje 11 de la encíclica “Laudato Si”, del Papa Francisco (2015) hay un muy lindo cuadro de San Francisco. También les recomiendo el capítulo IV “Gozo y paz” que expresa mejor varias de las cosas que quiero contar acá. Está disponible en: https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html
** En “La libertad del cocoliche”, Jorge Barón Biza, cuenta esta anécdota rescatada por Aurora Alonso en el texto ”Mujeres Cotidianas". El texto trata la cuestión del cocoliche, un habla, en el rio de la plata como un producto del encuentro de las mil lenguas en el contexto de las sucesivas olas migratorias. El habla son las ganas de entenderse. Está disponible en https://jorgebaronbiza.com.ar/literatura-y-ensayos/la-libertad-del-cocoliche/