Cerrito y Corrientes.
Me acerco en busca de la nueva parada del 59, sí, nueva, es que ahora Buenos
Aires tiene un metrobús, que no sé bien que se trae, siento que algo está mal
con eso, puedo asegurar dos o tres cosas del metrobús, pero ninguna va a ser una
certeza. No puedo decir: “está mal porque...” con tal seguridad, mal de
estudiantes de arquitectura, uno nunca sabe que está bien, es una posición
estética para con el mundo, la duda metódica.
En fin, dejemos de lado el metrobús y sus luces, y sus envases para árboles de capacidad
contenedora infinitamente pequeña, los cuales, dentro de un par de años cuando
el árbol crezca (sí señores, los árboles crecen, y son una fuerza imparable,
una fatalidad creciendo en diámetro y altura) de seguro rompen esas cárceles de
hormigón con huequitos bien diseñados y bienvenido sea un caos a la avenida.
Me encuentro pues en la que le sigue a Corrientes, con Aristoteles en la mano y
esa duda, ¿Dónde agarro el autobús? Ya llevo
un par de cuadras y nada de su aparición, ¡que vaina con el metrobús! Bueno caminar
es preciso, vivir no es preciso, me digo.
Aquí hace su entrada triunfal un
personaje que me cambio el panorama, digamos que se llama Paco, se me acerca el
ser en cuestión y dice, Ey amigo ¿tienes una monedita? ¿O un billete?, saludo,
reviso mis millones de bolsillos entre todos los abrigos, y no, no tengo ni una
moneda (uno se deshumaniza con la sube), le digo a paco, Oye, mis disculpas
querido compañero, no tengo ni una moneda para darte. A todas estas sigo
caminando, le hablo simpáticamente, es que como creo que el mundo es de todos y
todos somos iguales, no tomo conciencia de que, no, parece que ese realismo socialista donde estoy inmerso existe
en mi cabeza y nada más. La humanidad es
un animal complicado, que te muestra los dientes de vez en vez para decirte que
ella también es puro instinto. Que quiere sangre y mierda, guerra, problemas,
que te muestra que vives en un paraíso artificial en una jungla de cemento.
Mientras caminamos siento que paco, con su sueter azul, se me acerca más, y
ya la cosa se me puso complicada en la cabeza, desacelero mientras escucho su
historia trágica en esta urbe mágica, la de paco pues, los brasileros pasan y yo
me pierdo entre el portugués y la historia y la señal del cuerpo que te avisa, Ey tú, este paco
quiere enserio su monedita… O un
billetito…
Paco y yo estamos en la esquina del Edificio del Plata, esa esquina resulta ser
oscura y turbia, las cosas en el centro son así, haya metrobús o no. Paco, en
una medida desesperada, me rodea con su brazo izquierdo y pone su mano en algún
lugar cercano a mi hígado, Ay coño,
pienso, y aquí viene el remate del monólogo de paco, Oye amigo, guacho tengo
una re pistola en …. Y voy a … Sí, paco dudó, él nunca ha tenido una pistola, y
no va a… es un tipo sano, por unos días, ni siquiera ha perdido su color de piel, pero
eso sí, paco está desesperado, y quiere sus moneditas.
Yo me siento a todas estas como un personaje irreal, un tipo que están
narrando, yo lo miro y no comprendo, Pero si tú y yo somos iguales, me digo,
mientras paco introduce sus manos en mis bolsillos, y entonces algo en mí
explota, creo que fue un ¡Plac!, un ruido seco, más bien de switch, miro a paco
y lo detesto, el realismo socialista se fue lejos, lo odio, y tengo su brazo y
su mano en mi cuerpo, ¿Qué coño te pasa!, le quito la manos y lo miro, ¡Qué
coño te pasa!, lo golpeo, y golpeo y golpeo, sin parar, le expulso todo ese
veneno que se va acumulando, ¿Qué coño me pasa?, no importa, esto se siente
bien, sigue golpeando y déjalo sin memoria.
Paco malherido, y preguntándose para que
quería las moneditas me ve, y ve el edificio del Plata. El metrobus es fiel
testigo.
Yo debo decir que disfruté la sensación, hice eso que denominan
filosofía práctica, vivir esa cuestión teórica del poder, sentirte como el
dueño de un pobre diablo, tener un ser inferior allí en el suelo, el sr F.
estaría orgulloso.
Pero
después, cuando logré encontrar el 59
comencé a reflexionar. Y sentí miedo, ¿qué era esto? Definitivamente se sentía
como la gloria, yo no era así, tengo miedo, qué es esto, soy un animal, no
puede ser... De camino abrí dos ventanas, en una pensaba que había hecho y en
otra reconstruía las posibles palizas a paco. Húmeda, sangrienta, hedionda, y
pegajosa vida urbana.
Mis respetos a paco que me despertó la humanidad.
¿Por qué no podríamos aceptar la idea de que hay personas totalmente
amorales que caminan por la calle y son absolutamente capaces de cometer
homicidios o infligir mutilaciones sin experimentar sentimiento de culpa o
escrúpulo de conciencia algunos? M. Foucault
http://www.lanacion.com.ar/1509936-michel-foucault-la-maxima-aspiracion-del-poder-es-la-inmortalidad