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sábado, 15 de febrero de 2014

La espiral


La mayoría de la gente se enferma por no saber decir lo que ve o lo que piensa. Dicen que no hay nada más difícil que definir con palabras una espiral: es preciso, dicen, hacer en el aire, con la mano, sin literatura, el gesto, ascendentemente enrollado en orden con que esa figura abstracta de los muelles o de ciertas escaleras se manifiesta a los ojos. Pero, siempre que nos acordemos de que decir es renovar, definiremos sin dificultad una espiral: es un círculo que sube sin conseguir cerrarse nunca.


La mayoría de la gente, lo sé bien, no osaría definir así porque supone que definir es decir lo que los demás quieren que se diga, y no lo que es preciso decir para definir. Lo diré mejor: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin realizarse nunca. Pero no, la definición es todavía abstracta. Buscaré lo concreto, y todo será visto: una espiral es una serpiente sin serpiente enroscada verticalmente en ninguna cosa.


Toda la literatura consiste en un esfuerzo por tornar real a la vida. Como todos saben, la vida es absolutamente irreal en su realidad directa: los campos, las ciudades, las ideas, son cosas absolutamente ficticias, hijas de nuestra compleja sensación de nosotros mismos. Son intransmisibles todas las impresiones, salvo si las convertimos en literarias. Los niños son muy literarios porque dicen como sienten y no como debe sentir quien siente según otra persona. Un niño, al que una vez oí, dijo queriendo decir que estaba al borde del llanto, no “tengo ganas de llorar”, que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino esto: “Tengo ganas de lágrimas”. Y esta frase, absolutamente literaria, hasta el punto de que resultaría afectada en un poeta célebre, si él la pudiese decir, alude decididamente a la presencia caliente de las lágrimas rompiendo en los párpados, conscientes de la amargura líquida. “¡Tengo ganas de lágrimas¡” Aquel niño pequeño definió bien su espiral.

¡Decir¡ ¡Saber decir¡ ¡Saber existir por medio de la voz escrita y la imagen intelectual! Todo esto es cuanto la vida vale: lo demás es hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades falsas, subterfugios de la digestión y del olvido, gentes que se agitan, como bichos cuando se levanta una piedra, bajo el gran pedrusco abstracto del cielo azul sin sentido.


FERNANDO PESSOA

lunes, 15 de abril de 2013

AUTOBIOGRAFÍA SIN HECHOS.

    1.


    Nací en un tiempo en el que la mayoría de los jóvenes habían dejado de creer en Dios, por la misma razón que sus mayores habían creído en Él - sin saber por qué. Siendo así, y dado que el espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente y no porque piensa, la mayoría de esos jóvenes eligieron la Humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen y no ven sólo la multitud de la que forman parte, sino también los grandes espacios que hay a sus costados. Por eso, ni abandoné a Dios tan ampliamente como ellos, ni acepté nunca la Humanidad. Considere que Dios, si bien improbable, podría ser y en consecuencia, también ser adorado; pero que la Humanidad, siendo una mera idea biológica cuyo significado se limita a la especie animal humana, no era más digna de adoración que cualquier otra especie animal. Este culto de la Humanidad, con sus ritos de Libertad e Igualdad, me pareció siempre una resurrección de los cultos antiguos, en que los animales eran como dioses, o los dioses tenían cabezas de animales.
    De tal manera, no sabiendo creer en Dios, y no pudiendo creer en una suma de animales, me ubiqué, como alguna otra gente marginal, a esa distancia de todo a lo que vulgarmente se le llama Decadencia. La Decadencia es la pérdida total de inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se detendría.
    A quien como yo no sabe, viviendo, tener vida, ¿que le resta sino, como a mis pocos pares, la renuncia como actitud y la contemplación como destino? No sabiendo que es la vida religiosa incapaces de saberlo, porque no se tiene fe con la razón; no pudiendo tampoco tener fe en esa abstracción llamada Hombre, ni sabiendo incluso que hacer con ella ante nosotros, nos quedaba como motivo para tener alma, la contemplación estética de la vida. Y así, ajenos a la solemnidad de todos los mundos, indiferentes a lo divino y desdeñosos de lo humano, nos entregamos con frivolidad a la sensación sin propósito, cultivada en un epicureísmo refinado, como conviene a nuestros nervios cerebrales.

(........)



bernardo soares. 1913.

sábado, 9 de marzo de 2013




"        =... ¡Por el amor de Dios! No puedo creer que te propusieras efectivamente citarme un ejemplo... Eso se hace en las gramáticas; no sé si te acuerdas que jamás las leímos.

          - ¿Nunca leíste una gramática?

          = Yo nunca. Siempre me generó una aversión profunda la posibilidad de saber cómo se dicen las cosas... Lo único que me gustaba en las gramáticas, eran las excepciones y los pleonasmos...
 Escapan a las reglas y decir cosas inútiles  resume bien la actitud
 esencialmente moderna... ¿No es así que se dice?...


          - Absolutamente... Lo que hay de antipático en las gramáticas (¿te das cuenta de la deliciosa imposibilidad de que estemos hablando de estos asuntos?) - lo que hay de más antipático en las gramáticas es el verbo, los verbos... Son las palabras que dan sentido a las frases... Una frase honesta debe poder siempre tener varios sentidos... ¡Los verbos!... Un amigo mío que se suicidó - cada vez que tengo una conversación un poco larga suicido un amigo - se había propuesto dedicar toda su vida a destruir los verbos...
          = ¿Y por qué se suicidó?
          - Lo cierto es que todavía no lo sé... Se proponía descubrir y fijar el modo de no completar las frases sin que pareciera hacerlo. Solía decirme que buscaba el microbio de la significación... Se suicidó, presumo, porque un día se dio cuenta de la inmensa responsabilidad que había tomado sobre sus espaldas... La trascendencia del asunto extenuó su cerebro... Un revólver y...
          = Ah no. Eso de ninguna manera... ¿No te das cuenta de que no pudo haber sido un revólver?... Un hombre así jamás se pegaría un tiro en la cabeza... Poco sabes tú de los amigos que nunca tuviste... ¿Sabías que ése sí es un gran defecto?... Mi mejor amiga -una deliciosa muchacha que yo inventé-...
          - ¿Se llevan bien?
          = Muy bien, dentro de lo posible... Pero no te imaginas hasta qué punto esa muchacha, ()..."


                                                                                          Bernardo Soares, Libro del Desasogiego.